domingo, 2 de noviembre de 2008

LA CAJA

Haciendo un poco de limpieza estos días en mi estudio, tropecé con una caja que me llamó la atención, al abrirla, resultó que ésta guardaba un preciado tesoro de mi juventud, fotografías y diapositivas de mi época montañera.
Recuerdo que empecé haciendo espeleología, metido por cuevas y avencs (simas) y siempre pringado de barro. Al tiempo, poco, me di cuenta que estar siempre bajo tierra y encerrado en la oscuridad no era lo mio, aunque reconozco haber visto maravillas escondidas en la tierra.
Necesitaba el espacio, el sol y la luz, sentir el aire en la cara, alargar la vista y regalarle paisajes. Afortunadamente y hasta el dia de hoy, nunca he padecido de vértigo, con lo cual, mi alma, mi mente y mi cuerpo agradecieron que al final dedicara más de 15 años a la montaña y concretamente a la escalada.
En aquella época, y hablo ya de varios años atrás, no disponíamos de vehículo propio, con lo que la mayoría, por no decir todos, íbamos en transporte público, el tren. Lo más cerca de Barcelona era Montserrat, ahí fui durante varios años, hasta que volví de la mili (tranquilos que no hablaré de ello), con la ayuda de un amigo que me prestó quince mil pesetas de la época, pude dar la entrada para un coche, un Dyanne 6, para gente encantadora, decía el anuncio, jeje, no haré comentarios. A partir de entonces ya pudimos movernos con mayor libertad, sobre todo prescindiendo de horarios, por otras zonas de montaña.
Y como quiera que estoy a punto de celebrar mi 51 aniversario, he decidido hacerme un regalo, RECUERDOS de MONTAÑA. No voy a entrar en el tópico de “cualquier tiempo pasado fue mejor”, ni mucho menos!!!, cada momento de de la vida tiene su historia y hay que saber valorar en su justa medida las sensaciones que obtuvimos de ella.
Y como una imagen vale más que mil palabras, aquí dejo alguna muestra de ello y haciendo clic en las fotos, las vereis a mayor tamaño.
Advertir a los que ya me conocen, que el pelo de la cabeza y la barba en la cara, eran auténticos.